La transferencia como doble condición en la práctica psicoanalítica

Por: Yanet Morejón Hernández (Asociada NEL-Delegación La Habana)

 

Ilustración: Brady Izquierdo

En la experiencia del análisis propio, la pregunta por la transferencia ha estado desde el comienzo. La transferencia como irrepresentable, como amor, engaño, como alienación, separación, identificación o desidentificación… ¿Qué se juega en la transferencia? ¿Cómo opera en la dirección de la cura? 

La idea del inconsciente como pulsación temporal implica considerar tres aspectos esenciales:

1. el inconsciente se abre y se cierra,

2. dicha apertura o cierre está relacionado con la incidencia de un significante a nivel del deseo del otro, que viene a atrapar algo del deseo de un sujeto,

3. en tanto el inconsciente está estructurado como un lenguaje, es un efecto del mismo y su realidad es sexual. 

Estos elementos permiten entender algo de lo que se pone en juego en la transferencia a partir de la apertura y cierre del inconsciente, momentos asociados, respectivamente, a la alienación y separación del Otro analista. 

La transferencia como apertura del inconsciente (alienación) 

“En cuanto hay, en algún lugar, el sujeto al que se supone saber (…) hay transferencia”[1]. Lacan articula la transferencia, en tanto sujeto supuesto saber, con la apertura del inconsciente como su pivote. Es decir, como lo que puede conducir la cura. 

El sujeto se pregunta: ¿quién soy?, ¿por qué me pasa esto? Y espera encontrar respuestas en el otro, en este caso, el analista, al que el sujeto dirige su demanda de análisis. La apertura del inconsciente coincide con la alienación, la cual implica una direccionalidad del sujeto al Otro, supone una búsqueda de sentido en el campo del Otro. 

La apertura del inconsciente se manifiesta a través de las producciones del inconsciente, dígase los sueños, los actos fallidos, los chistes, los síntomas. Pero no es suficiente con que tengan lugar sus expresiones en el análisis. Es necesario que estas parezcan extrañas al sujeto, del orden de lo enigmático y se les suponga que quieren decir algo. De ahí que se dirija al analista en tanto ocupa una posición de Sujeto Supuesto Saber. 

La transferencia como cierre del inconsciente y puesta en acto (separación) 

“La transferencia es el medio por el cual se interrumpe la comunicación del inconsciente, por el que el inconsciente se vuelve a cerrar”[2]. En tanto cierre del inconsciente, el automatismo de repetición se obstaculiza. La interpretación del analista hace presente el saber inconsciente del analizante, saber no sabido que en su retorno lo sorprende y lo divide con la pregunta. 

La intervención del analista introduce el sin sentido para el sujeto y provoca el rompimiento de su cadena de significantes. Se trata de aislar el significante primordial, eso que devela el cuerpo marcado y, esto no ocurre si no es a través del sufrimiento, a través del encuentro traumático en la propia repetición. 

“Es así que se ordena de un modo transparente la coexistencia de la transferencia como cierre junto con la puesta en acto”[3]. Si bien, en la transferencia como cierre ocurre una interrupción de la cadena significante en lo repetitivo del discurso del sujeto; la puesta en acto remite al encuentro fallido. Refiere Lacan: “…lo que causa radicalmente el cierre que la transferencia entraña (…) es lo que designé como el objeto a”[4]

Lo que permite entender la transferencia como motor y obstáculo en la cura analítica es precisamente la repetición, la cual siempre está relacionada al objeto a. La insistencia en la búsqueda de ese objeto perdido conlleva una y otra vez al encuentro fallido, ya sea en la dimensión de la falta o en un exceso de goce. En ambos casos hay una falla que es del orden del traumatismo para el sujeto y esto se refiere a la tyche. Esta es la perspectiva que induce el cierre del inconsciente, una separación del otro que obstaculiza la cura. 

El análisis transita en ese cierre y apertura del inconsciente que provoca la repetición. La transferencia, en tanto alienación y separación, permite que la cura analítica marche, nunca sin tropiezos, impasses que el sujeto sufrirá en sus encuentros repetitivos y fallidos. 

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[1] Lacan, Jacques. El Seminario. Libro 11. España: Paidós, pp. 240. 
[2] Lacan, Jacques. El Seminario. Libro 11. España: Paidós, pp. 136. 
[3] Brodsky, Graciela. Fundamentos 1. Comentario del Seminario 11. Buenos Aires: Grama, 1999, p. 189. 
[4] Lacan, Jacques. El Seminario. Libro 11. España: Paidós, pp. 139-140.