Cuando faltan las palabras

Por: Mayra Alonso (Asociada NEL-Delegación La Habana) y Maritza Bernia (Miembro NEL-Delegación La Habana y Miembro AMP)

Ilustración: Brady Izquierdo

Violencia: “Fuerza intensa, impetuosa: la violencia del viento, de las pasiones… Abuso de la fuerza…Fuerza que se emplea contra el derecho o la ley… Violencia de una mujer”[1]. Así nos dice la definición del diccionario de la lengua española, Pequeño Larousse ilustrado. 

¿Qué significa esto? ¿Qué nos dice el psicoanálisis lacaniano acerca de la violencia? ¿Como podemos abordarla desde nuestra práctica clínica? 

Es preciso que sigamos algunos términos que se vinculan a la violencia. La agresividad y la segregación son fundamentales a la hora de abordarla. 

Agresividad 

En la obra de Lacan la agresividad aparece como una tendencia correlativa de un modo de identificación que llamamos narcisista y que determina la estructura formal del yo del hombre y del registro de entidades característico de su mundo. La agresividad es estructural, aparece en el estadio del espejo frente a la fragmentación corporal, como la respuesta de separación del sujeto de la imagen que lo aliena. Ubicamos la agresividad en el registro imaginario. 

Segregación 

La segregación aparece como una respuesta a la posición singular del otro, del distinto. Cuando la intolerancia a la diferencia llega a tal punto irrumpe la violencia, ya sea física o verbal, en un intento de coartar la singularidad del semejante. Aparece así, la intolerancia a un modo de gozar distinto, pero que resuena en lo fantasmático propio de quien ejerce el acto segregativo. El mecanismo de la segregación se basa en rechazar en el otro lo que es rechazado en uno mismo. 

Violencia 

La violencia no es exclusiva de ninguna estructura clínica ni de un género en particular, aunque socialmente suele asociarse generalmente a lo masculino. 

Podemos pensar la violencia en el orden simbólico, no respondiendo a los mecanismos agresivos de la trama constitutiva y en la segregación por la intolerancia a un goce distinto. 

La violencia tiene que ver con la imposibilidad de mediar con las palabras, es testimonio de un universo simbólico alterado. La violencia es correlativa al acto oponiéndose a la palabra. De esta manera en el lazo social puede darse una relación a través de la palabra o la violencia en tanto acto. 

Con la violencia hay que generar un trabajo previo, insertar algo del orden de un decir cuando no está de antemano, no por la vía de la interpretación sino más bien por la vía del equívoco. Cuando la palabra por tanto no vale como recurso se pasa al acto violento. 

En la clínica captamos la emergencia de fenómenos violentos. Es preciso despejar las lecturas que reducen la problemática al eje imaginario con respecto al binomio víctima–victimario. De esta manera solo se cierra la pregunta sobre el goce, donde los sujetos se sostienen en identificaciones especulares. Esto conlleva a la no responsabilidad sobre la posición de goce de cada quien. 

La violencia es una experiencia de goce, de un doble goce, que se pone en juego, tanto en la segregación, como en la pelea del cuerpo a cuerpo. 
  • En la segregación "El acto violento se revela entonces como el rechazo más absoluto de lo que es diferente y, en especial, de lo que hay de diferente, de heterogéneo, en la propia unidad narcisista. De nuevo, aquí es una diferencia, la diferencia con la alteridad, lo que aparece como un punto irreductible ante el que se produce el pasaje al acto violento"[2]. Es un goce sin medida fálica e indescifrable que se vincula más alla del falo, que tiene que ver con el goce femenino. En ocasiones se traduce en una respuesta mediante la violencia. En el fracaso del sentido, de la significación, encontramos como consecuencia una forma de abordar la posición femenina mediante el pasaje al acto violento. 
  • La otra vertiente del goce comprometido en la violencia es aquel que se pone en acto en la pelea del cuerpo a cuerpo. El empuje a gozar que comanda el superyó hace irrefrenable la imposición a gozar, gozarse y gozar de todo. Quizás en la búsqueda incansable de inscribir esa inexistencia, ciertos sujetos encuentran una manera errática, sin renuncia, de gozar de un cuerpo vía la violencia. 
La violencia refiere a un desvío del pasaje por el inconsciente. Es necesario darle el estatuto de síntoma para no fijarlo a la categoría de fenómeno. ¿Qué significa esto? Que ante un episodio de violencia debemos considerar el caso por caso, no caer en generalidades, abrir preguntas sobre qué se pone en juego allí, pero sobre todo estar advertidos del carácter gozoso que puede condensar un acto violento, ya sea, en una situación concreta o en su modo de responder a la misma. 

Viñeta Clínica 

Una mujer joven, con una hija pequeña, ha sido abandonada por su marido y padre de su hija, dejándola confrontada, con el fruto de un deseo parental, su hija, con sólo dos años, le hace retornar. Por una parte, está el goce de un marido borrado que depone su deseo en “otra mujer” que no es ella y lo mortífero que le retorna de la beba. La niña padece de una enfermedad neurológica que le produce dificultades psicomotoras, problemas de equilibrio y en la marcha. 

¿Qué sucede con estos dos afectos que le retornan en la figura de la hija? La tendencia reconocida (no significa asumida) por esta mujer de ser violenta con su hija, fundamentalmente a nivel de la palabra, a golpe de gritos e insultos, que en momentos fugaces se le devuelve a través de la fantasía de autoagredirse para desaparecer. El llanto de esta niña, dice la paciente, le “taladra la cabeza”. El goce en demasía ajeno, se le devuelve en una fantasía de autoagresión, fantasía que tiene como efecto un acto de detenimiento de lo mortífero que resultó ser el abandono. 

El punto neurálgico y sintomático que toca lo más real de su cuerpo y la angustia, lo ubica ella en esa violencia expresada hacia su pequeña niña, cosa que, por demás, entra en disonancia, con lo que pudo significar pasionalmente esta hija, al lado de un hombre amado. Hombre que se borra de una escena triangulada o más bien de cuatro, si no olvidamos al falo como significante privilegiado. Esta hija le devuelve, un goce detentado por el otro, que ha sido arrancado, pudiéramos decir, despojado, dejando una hija, evidencia de esta pérdida insoportable para el sujeto. 

¿Qué es lo que causa la violencia sobre el otro en este sujeto en particular? Una hipótesis inicial: el retorno de un goce otro que la deja suspendida, ante lo más real, un agujero, donde ha venido a caer alguien… su hija, enferma, de un arrancamiento de goce, el resto ha quedado al descubierto. 

Su frase acerca de que su hija “cae para atrás”, ¿nos remite a su propia caída? 

Citas bibliográficas 

[1] Pequeño Larousse ilustrado, pág. 1066. Editorial Pueblo y Educación, edición 1968) 
[2] Lacan, J. (2003). La agresividad en Psicoanálisis. En: Escritos 1, p. 102. Buenos Aires: Siglo XXI. 

Bibliografía:  

- Bassols, M. (2013). La violencia contra las mujeres. Texto de contribución de la AMP hacia la 15ª Sesión de la Commission on the Status of Women que se realizó del 4 al 15 de marzo de 2013 en la United Nations Headquarters 
- Miller, J.-A. (2004). Una fantasía. Comandatuba. 
- Lacan, J. (1973). Radiofonía y Televisión
- ______. (1987). Nota sobre el niño. El Analiticón, Fundación del Campo Freudiano.  
- ______. (2003). El Seminario Libro 5, Las formaciones del inconsciente. P. 168. Buenos Aires: Paidós.    
- ______. El Seminario Libro 20, Aún. P. 174. Buenos Aires: Paidós. 
- Laurent, E. Cómo criar a los niños. Entrevista para La Nación, 3 de junio 2007. 
- _______. (2008) El niño como real del delirio familiar. 
- _______. (2010) El orden simbólico en el siglo XXI. Consecuencias para la cura. En: Papers 1. P. 9.