Valor de la dimensión epistémica en la formación del analista

Por: Gabriel George (Miembro de la NEL-Delegación La Habana)

"RSI"
Ilustración: Brady Izquierdo

La formación teórica es una de las tres que constituyen el trípode clásico del que depende la formación del analista, junto al análisis didáctico y el control de la práctica. Y aunque el lugar preponderante lo tiene el análisis del futuro analista, la formación teórica es una dimensión esencial e indisolublemente ligada a las otras dos.

En la actualidad, con la creación de la Escuela de Lacan, como contrapartida de las sociedades heredadas de Freud y la experiencia de la formación analítica en ella, ese trípode clásico ha sido reformulado en tres vertientes: epistémica, clínica y política[i]. Reformulación que introduce la novedad de considerar como fundamental la vertiente política, donde la propia responsabilidad y la garantía por la formación analítica están contenidas.

Lacan formuló el problema fundamental de la formación con una pregunta que resalta el valor de la enseñanza: Lo que el psicoanálisis nos enseña, ¿cómo enseñarlo? Con la cual introduce una escisión entre el análisis del analista, como origen de la enseñanza y la posterior transmisión de esa enseñanza a otros. Implica también un estatuto idéntico del psicoanálisis didáctico y la enseñanza, que él mismo destacó[ii].

Significa que la propia experiencia de su análisis es el aprendizaje principal, a partir del cual el psicoanalista luego podrá enseñar. Es la experiencia de la elucidación de su propio inconsciente, como saber incompleto y es también la experiencia de lo que resta como real irreductible al saber o al sentido. Esa es la formación fundamental del analista que contraría el sentido imaginario de la forma y resalta, al contrario, la emergencia central de lo que no tiene forma, lo real como núcleo y nudo de la formación[iii].

No hay enseñanza del psicoanálisis si no está enmarcada, antecedida, causada y organizada por lo no sabido de la relación con su propio inconsciente[iv].

Cómo enseñar a otros lo que el psicoanálisis le enseñó en su propio análisis, pero también en su práctica como analista, como supervisor y en su experiencia institucional. Y cómo lo enseñaría sin el cuerpo epistémico del psicoanálisis, creado por Freud, con pinceladas de algunos otros y renovado por Lacan.

La cuestión de la formación del analista plantea también la de la relación de la praxis psicoanalítica con sus conceptos. La praxis no existe en estado puro, separada de conceptos que la representan[v]. Por el contrario está enmarcada e incluso fundada como praxis a partir de esos conceptos.

Tampoco pensamos que haya una identidad. Esta relación, como en el propio análisis, precisa lidiar con un real irreductible.

Un caso clínico, por ejemplo, se enmarca y se funda a partir de conceptos previos. Es una ilusión pensar que se puede presentar un caso puro, sin articulación teórica. Todo caso tiene alguna construcción, ya sea acabada o caótica. Y de todo caso presentado, aun cuando no los explicite, se pueden deducir los conceptos que lo enmarcan[vi]. Sin embargo, siempre presenta un real que al mismo tiempo cuestiona ese saber previo y puede dar lugar a nuevas elaboraciones teóricas.

Los conceptos del psicoanálisis, en relación dialéctica con su praxis, siempre han sido renovados, reconfigurados, sustituidos o deformados, para bien del psicoanálisis. Ellos no son entidades inmutables y por tanto sería un contrasentido hacer de ellos fetiches[vii].

La enseñanza del psicoanálisis solo se completa al transmitirla a otros. Se enseña para aprender y no se aprende si no se enseña. Sólo así lo aprendido en la experiencia se ordena como saber. Es una prueba de racionalidad que requiere también que apunte más allá de aquellos con los que se comparte la misma práctica[viii].

Cualquier enseñanza en nuestras Escuelas o de los analistas formados por ella, debe estar caracterizada por lo que Jacques-Alain Miller llama vocación de exterioridad[ix]. Debe apuntar más allá del uno por uno que caracteriza la praxis clínica y de la comunicación entre pares que comparten la misma experiencia. Es necesario tomar en cuenta al no analista interesado, a aquel que la práctica del psicoanálisis le es más o menos ajena. Ese no analista, lo encontramos en el exterior de nuestra Escuela, pero también dentro de ella[x].

Cuando la experiencia clínica es llevada tan lejos como es posible, lo que produce es un analista. Es por eso que el final de análisis es una cuestión tanto clínica como política. Aquel que puede dar pruebas de ese final, es nombrado Analista de la Escuela (AE). Su testimonio de lo que aprendió de su análisis es el paradigma de la enseñanza del psicoanálisis.

Lacan logró que la dinámica institucional estuviera orientada por la misma lógica de los conceptos del psicoanálisis. En este paso fue más allá de Freud, con la ayuda de las elaboraciones del propio Freud en su Psicología de las masas...

La Escuela garantiza la formación y la coherencia con la enseñanza que ella dispensa; fomenta la transferencia de trabajo por donde la enseñanza se transmite de unos a otros, ofrece un espacio donde todos nuestros trabajos pueden ser sometidos a una crítica recíproca; vela por la formación del analista y por lo tanto por la calidad de la formación en cada una de estas dimensiones: epistémica, clínica y política.

Respecto a los conceptos tenemos toda una enseñanza de Freud y de Lacan que ilustran el cuidado, la precisión y el rigor con que los usaban respecto a lo real de la praxis. Tanto uno como el otro los delinearon cuidadosamente, los hicieron surgir de la propia experiencia y permitieron también que esta los deformara cuando era preciso, manteniéndolos vivos. Al mismo tiempo, Lacan criticó las desviaciones del psicoanálisis a partir de lo que llamó rechazo del concepto y Freud nos enseñó que quien cede en las palabras termina cediendo en la cosa.

El camino está indicado. A nosotros nos queda estar a su altura.

Es necesario, al tratar los conceptos, no ignorar el real de la praxis al que se refieren. Debemos preguntarnos por las condiciones en las que surgieron, se modificaron, deformaron, o dejaron de existir. Así también por las relaciones que mantienen con otros conceptos o cómo se reconfiguran estas relaciones cuando surgen o se modifican los conceptos. Esto concierne a estudios de la sincronía, de los cuáles el comentario de textos puede ser su modelo.

Otra dimensión del trabajo con los conceptos para mantenerlos operativos, sin coagularlos, es la de los estudios diacrónicos. Análisis en los cuales nos interesa ver los movimientos del concepto en el tiempo. El paradigma de estos estudios pueden ser aquellos que llamamos perspectivas del concepto.

En estos estudios es importante tener en cuenta también la estructura clásica del concepto, dividida en intensión y extensión. Donde la intensión se refiere a su definición o a los criterios de pertenencia; y la extensión a los elementos que cumplen con esos criterios o definición[xi].

Entonces, es importante preguntarnos qué nos enseñan esos conceptos de lo que la praxis del psicoanálisis enseñó a Freud o Lacan. El diálogo con la clínica y también con la política tiene que estar presente en nuestros espacios epistémicos. Por otra parte, cuando somos nosotros quienes queremos sostener una enseñanza, es necesario no olvidar de qué enseñanza de nuestra praxis proviene. Lo cual seguramente guarda una estrecha relación con nuestro propio inconsciente y lo que desde lo no sabido de nuestra relación con él enmarca nuestra relación con los conceptos.

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[i] M. Bassols, "Acerca de la formación del analista," Bitácora Lacaniana, vol. 6, 2017.

[ii] J.-A. Miller, El banquete de los analistas, Buenos Aires: Paidós, 2010.

[iii] M. Bassols, "Acerca de la formación del analista," Bitácora Lacaniana, vol. 6, 2017.

[iv] Ídem.

[v] S. Cottet, "Un bien-decir epistemológico", Virtualia, Buenos Aires, 2013.

[vi] J.-L. Gault, "Lacan y su uso del concepto", Virtualia, Buenos Aires, 2013.

[vii] S. Cottet, "Un bien-decir epistemológico", Virtualia, Buenos Aires, 2013.

[viii] J.-A. Miller, El banquete de los analistas, Buenos Aires: Paidós, 2010.

[ix] Ídem.

[x] Ídem.

[xi] J.-A. Miller, El banquete de los analistas, Buenos Aires: Paidós, 2010.